A primera vista
Germán Carnero Roqué
Nos bastó cruzar miradas para comprender que sí, que efectivamente, sin habernos encontrado nunca, éramos amigos de viejísima data.
Que compartíamos, desde muy antiguo, la amistad que fuimos, naturalmente, ratificando desde nuestra primera conversación en la presentación de la Antología de la generación poética del 60, de Oscar Araujo de León.
Que no podíamos ser sino aquellas personas a las que nos referían a menudo entrañables amigos comunes, también presentes en esa Antología.
Hace hoy, a no creerlo, escasísimos tres años y desde aquel primer encuentro qué notable intensidad y qué vivificante presencia de la poesía en cada nueva conversación.
Diríase que cumplimos, a pasos acelerados, con un ritual pre-establecido que, a los pocos meses de aquella primera noche de reconocimiento, alcanzó un significativo e inolvidable momento, cuando una tarde, con aquella su consustancial elegancia y en más dama del sosiego que nunca, me anunció con absoluta tranquilidad que moriría pronto, aquejada como estaba por una enfermedad incurable.
— La muerte, Carmen Luz, simplemente no existe.
— Así es, Germán.
Hojeo, en este dominical crepúsculo en que escribo estas líneas, el libro que reúne su obra completa, cuyo título –cómo no– es Existencia en poesía y reparo, justamente, en la dedicatoria que me pusiera “por esta amistad que siempre será nueva y antigua....”
Así es, mi queridísima Carmen Luz: porque siempre fue, nuestra amistad siempre será.
Lima, 10 de Agosto del 2003
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