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Carmen Luz Bejarano

El canto coral de Carmen Luz Bejarano o la tradición lírica hecha modernidad

Roland Forgues

ANDINICA / Universidad de Pau, Francia

Carmen Luz Bejarano (1933–2002) da a conocer su primer libro de poesía Abril y lejanía en 1961. A partir de aquella época no dejará de publicar regularmente nuevas creaciones tanto en revistas como en libros y plaquetas a tal punto que se la puede considerar en la actualidad como una de las más importantes y prolíficas poetas del Perú. Todos sus libros Giramor (1961), Aracanto (1966), Triunfo de Icaro (1967), Juan Angurria (1972), Furia de la arcilla (1977, Del amor y otros asuntos (1984), Ojitos de Almendra (1986), Tambor de Luna (1988) La dama del sosiego (1991), Juegos de Casandra (1999) están marcados por el doble sello de la calidad estética y de la autenticidad del canto. 1

Lo más relevante de su poesía es sin duda alguna la reinterpretación de los mitos primordiales de la creación en un lenguaje pulcramente pulido y novedoso, y la original fusión que logra establecer entre canto, música y poesía. Una fusión que da a sus versos el ritmo ameno y puro de una poesía que fluye naturalmente, aquélla que dice algo a los sentimientos y al corazón de los seres humanos.

Más allá de la expresión de su interioridad, de la deslumbrante experiencia de ser madre de sus primeros libros, Carmen Luz Bejarano procura, en efecto, con la poetización de temas universales como el amor, el tiempo, la vida y la muerte, mezclados con la cotidianidad de la vida, y el abundante recurso a los mitos helénicos o grecolatinos, y a la tradición cultural judeocristiana, penetrar el enigma del hombre y su destino, reflexionando sobre la condición actual de nuestra humanidad.

Uno de los mejores y más bellos ejemplos de esta búsqueda es ciertamente el último poema de Juegos de Casandra, en el que la armonía de la forma y la fluidez del ritmo funden en el crisol de la poesía la eternidad del Mito y la temporalidad de la Vida, Ser y Destino, Cosmos y Oráculo :

Casandra es el término en el cual confluyen
los destinos
Es río que acrecienta sus aguas
en constante acarreo
para ella
ni fantasma ni sombra
en la faz del paisaje
Casandra devuelve sus galas al otoño
enhebra los sueños en rueca milenaria
La alegría madura en sus manos
y en sus manos se aroma
Yo sé que va en los barcos
y los atardeceres
fragmentando su rostro
su figura inasible
poniendo la tierra de cabeza.
[p. 404]

El acto poético es en Carmen Luz Bejarano recreación del mundo, tentativa de abolir la realidad concreta y sustituirla por la utopía que nos hunde en la certeza de que podemos construir nuestro propio destino, como afirmara Camus cuyas enseñanzas filosóficas igual que las de Sartre, no son totalmente extrañas a la visión del mundo que nos ofrece la poeta:

Si pudiera volver
desde nunca,
encendería la lumbre
en los hogares y pasearía
mi rostro iluminado.

[…]

Haber llegado nunca
al primigenio arroyo,
a la hierba, al guijarro.
Haber llegado nunca
cuando el tiempo era nuestro,
¿pero, qué era el tiempo?

[Giramor, p. 50, 52]

Carmen Luz Bejarano encuentra en la fusión de las formas la clave de una expresión lírica que le imprime al verso ritmos musicales de festiva alegría para comunicar la incomparable felicidad que le procura la condición de madre, por ejemplo:

Gira, gira carrousel:
la alegría está en el mar;
tus aspas no la tocan.

Gira, gira, girasol;
gira, gira, giraviento;
gira, gira, giramor.

La alegría está en el mar;
tus aspas no la tocan.

Gira, gira, giramar.

La alegría está en sus ojos.

[Giramor, p. 59]

O de particular intensidad emotiva cuando llega para la hija el momento de volar con sus propias alas y para la madre la prueba de la separación:

Palomita, Palomita
que remontas soledades
Palomita, Palomita
no me dejes más pesares

Palomita, Palomita
cruza vientos y ciudades
en el pico lleva malvas
en el ala Palomita

en el alma mis penares

Palomita, Palomita
ya no tiene el aire mío
la fragancia de otros días
busca, busca en otros mares

en los riscos y quebradas

mis perdidas alegrías
y a la luz del mediodía
la frescura de mis sueños
Palomita, Palomita

Sobre qué paraje incierto
caerá tu cuerpo breve
Palomita, Palomita
no remontes aire aleve

ni me dejes soledades.

[Pentagramas ebrios, “Palomita”, p. 229]

Por medio de la reactualización de los mitos primordiales y de las figuras bíblicas, por medio de la contraposición y superposición de los tiempos, la poeta logra denunciar los horrores del presente y la perversión del progreso científico como marca de una humanidad signada, desde los orígenes, por los estigmas de la violencia, el sufrimiento y la muerte:

Job en su estercolero
Lázaro devuelto a sus cuencas vacías
a sus bofes dispersos
Einstein con sus zapatos de humo y sus garras recientes
Cristo expulsándose a sí mismo de los templos
cristofariseo
Abel con su quijada abelcaín
Abelsaturno caínabel abelrobot
diosabel la muerte galopante
galopada
con sus ijares lúbricos y su sexo vibrátil
abriéndose cerrándose
rítmico
tragándose la esfera el universo
donde Sísifo multiplicado increíblemente numeroso
solloza
jadea
sucumbe

[Triunfo de Ícaro, p. 138]

Así denunciando la falsedad del mundo podrá exclamar dirigiéndose a Adán como símbolo, divino y terrenal a la vez, de nuestra mísera humanidad cuya imperfección desdice la creación divina:

Adán
no hay ojo ni tierra prometida
ni vid ni amor de cántaro
ni barca de Noé sojuzga tempestades
ni paloma ni olivo en el perfil del aire

[Furia de la arcilla, p. 167]

Sin embargo, Carmen Luz Bejarano no pierde la esperanza, porque sabe también que, desde el origen de la especie, la vida es una lucha permanente, hecha de conflictos y reconciliaciones, de necesaria convivencia entre los seres y los sexos:

sonora arcilla enriquecida al viento
deslumbra mi faz con sus espejos

Adán
en tus ciudades despierta mi ciudad
en tus trigales el aire de mis campos
agonizas
naces
mueres
en mis calles
en mi ciudad
en mis montañas
en mi casa
en mí
junto a ti

adán desperdigado vientoadán por los caminos
tentacular incierto y legendario

[Furia de la arcilla, p. 170]

Si, lúcida, la poeta proclama que “no hay inocencia en el color del cielo”, sabe también que no existe otra forma de vivir, ni otra manera de construir nuestra propia utopía, que enfrentando la realidad:

En los frutos del árbol se alimentó la especie
y el fuego de la espada nos abre el infinito

[Imagen sideral, p. 177]

Al modificar y transformar los signos lingüísticos por la creación de nuevos significantes a partir de la reunión de significantes que son parte de nuestro patrimonio cultural ancestral, Carmen Luz Bejarano logra reinterpretar los significados antiguos a la luz del presente para interpelarnos sobre la significación del mundo moderno y la marcha de la humanidad.

Si la búsqueda identitaria en tanto que mujer no constituye la preocupación central de Carmen Luz Bejarano, ésta va celebrando sin embargo su condición femenina en la elaboración de formas poéticas originales sostenidas en un esmerado y novedoso lenguaje poético, en el ritmo y musicalidad de los versos con que expresa algunos de sus sentimientos y vivencias más íntimas. La condición de mujer aflora en sus versos de manera tan velada como se expresa ese llamado que, en actitud de afectuosa entrega y disposición a la comunión, la poeta le dirige al otro en uno de sus más recientes poemas:

En loca algarabía la ola se desnuda
su cáscara de mar deslíe en las orillas
y extiende su esplendor sobre la arena
con igual regocijo desnudo mi cuerpo.
Has de aprender a buscarme
en la huella apenas visible
en el encaje de la niebla
allá donde la ruta de los vientos enloquece.
Si es necesario
reúne las cenizas constrúyeme
con agua de mar y cristalina
inventa un barco fugaz y en lejanía
devuélveme
la dulce costumbre de hacer mío
el Universo.

[A la sombra del viejo ciprés, p. 383]

Así, más allá de un canto de mujer, la poesía de Carmen Luz Bejarano alcanza la hondura de un canto universal. Canto del ser y del cosmos que el viento susurra, como nana de la especie humana, a la sombra protectora de un viejo ciprés:

Por caminos secretos
el agua escurre sus enjambres.
Hay rumor de follaje
y en la hierba un hoyuelo
húmeda caricia.

[A la sombra del viejo ciprés, p. 376]

En este sentido se puede afirmar que se trata de un canto de integración que cuestiona y supera al mismo tiempo la diferenciación de género. Un canto coral que hunde sus raíces en los mismos orígenes de la especie humana y se extiende como un prolongado eco hasta la actualidad. Un canto tanto más eficaz cuanto que, a partir de un impecable trabajo estético realizado sobre la forma, el lenguaje que lo sostiene se va renovando con la creación de neologismos donde las sonoridades producen una sugerente musicalidad armoniosamente combinada con el ritmo cadencioso del verso.

En una palabra, es un canto que, gracias al misterioso poder de la palabra y por el milagro de la escritura, eleva en la más pura tradición lírica hecha modernidad lo popular al nivel de lo culto, dándole a nuestra existencia terrenal el estatuto de lo sagrado.

1 Todas estas obras están incluidas en una edición reciente: Carmen Luz Bejarano, Existencia en poesía. Lima: Carpe Diem Editora, 2000, a la que remiten las referencias del presente artículo.

[Nota: Este artículo aparece en el libro De pérdidas y contentamientos – Encuentro con el universo de Carmen Luz Bejarano, Helsinki 2003.