En recuerdo de Carmen Luz Bejarano
Santiago Soberón
Las circunstancias nos llevan a evocar el recuerdo de Carmen Luz Bejarano, maestra y amiga, justo en momentos que aún no nos reponemos de la pérdida de uno de nuestros poetas mayores, don Washington Delgado, cuya poesía fue tema central de la tesis de Carmen Luz Bejarano para ostentar el grado de Bachiller en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Carmen Luz fue una de las pocas voces femeninas que irrumpieron en el ámbito poético de los años 60, época en que los honores literarios parecían ser exclusividad de los varones; recordaba la poeta acarina que al ganar el Premio de los Juegos Florales, nadie imaginaba que podía tratarse de una joven que de esta manera se abriría camino como una de las poetas más representativas de su generación.
La voz poética de Carmen Luz Bejarano se nutrió de las imágenes que la propia naturaleza le ofrecía; sus aracantos, el mar, la arena, configuraron un universo poético en el cual la palabra fluye muchas veces de manera parsimoniosa, con la cadencia marina, dentro de un estilo prolijamente elaborado; pero, su vez, la condición humana, en sus aspectos más primarios y crudos, alcanzaba también expresión con una fuerza evocadora admirable, como se comprueba en Juan Angurria, por ejemplo.
Ese estilo parsimonioso, delicado, exquisito, era posible de encontrarlo en las inflexiones de voz de nuestra querida maestra, tanto en el rol de docente dentro del aula como en el trato cotidiano. A lo que se sumaba su amabilidad y una amplia sonrisa que sólo uno que otro inconveniente podía perturbar. Carmen Luz tenía siempre la palabra adecuada, sin barroquismos o alambicamientos, constituyéndose en paradigma para todo alumno que aspirara a conocer los secretos del lenguaje poético.
En alguna oportunidad, como parte de la formación recibida en un curso de crítica literaria, nos propusimos conocer la obra poética de Carmen Luz, con las limitaciones propias de un estudiante de pregrado en plena formación. Nos asombró la generosidad de la poeta, quien no tuvo reparos en obsequiarnos un ejemplar de cada uno de sus poemarios publicados hasta ese entonces (me refiero a mediados de los 80). Tuvimos un panorama completo de su poesía, que se ha completado posteriormente con la edición de su obra completa a cargo de Marita Troiano. Es sólo entonces que he podido tener realmente una percepción más cercana de la fuerza y fineza de la palabra de Carmen Luz, dejando de lado el distanciamiento propio de la objetividad analítica, para degustar cada palabra y dejarse llevar por la emociones que la palabra poética genera en el lector.
El recuerdo de esa voz parsimoniosa y de esa sonrisa amable es la primera imagen que me evoca su nombre, con mucha nostalgia por cierto. De allí la forma desordenada de esta pequeña nota que sólo persigue rescatar una imagen de una profesora y amiga tan querida.
|