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De pérdidas y contentamientos

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Copyright © 2006 Alfonso Padilla y Maritza Núñez

Carmen Luz Bejarano

Promesas

Pamela Núñez

Mi mamá-abuelita, Carmen Luz, me hizo una promesa cuando yo tenía ocho años: me prometió que nunca me iba a dejar… Bueno, yo le había pedido que me prometiera que jamás se iba a morir, lo cual obviamente era imposible, hasta para ella.

Cuando murió hace un año volví a recordar, después de tiempo, esa promesa. Lo primero que me pasó por la mente, aunque me cueste confesarlo, es que mi mamá-abuelita había, por primera vez, roto su promesa. Pero ahora, aunque me cueste comprender que físicamente me ha dejado, sé que por el resto de mi vida va a estar conmigo, va a ser mi ángel guardián, junto con mi papi, como me prometió.

Estuve con ella desde el principio de toda esta batalla. Recuerdo aún esas mañanas tétricas sentadas en el INEM. Pero hasta esto era especial con mi mamá abuelita, ya que era increíble ver cómo una mujer, que está en la duda de si vive o no, aún tenía la fortaleza como para sonreír, bromear y comer nuestros clásicos mixtos en la cafetería del INEM.

Fortaleza. Eso es algo que caracterizó a mi mamá-abuelita toda la vida. Cuando enfermó, por primera vez pude ver el terror en sus ojos; el miedo a lo único que la podía vencer, la Muerte.

Pero en contra de todos los pronósticos, mi mamá-abuelita batalló en contra de su enfermedad y la muerte por más de año y medio, hasta que doce días antes de cumplir los 69 años cerró sus ojitos para abrirlos a un nuevo mundo, desde el cual, junto con mi papi, nos guía y protege.

Mi mamá-abuelita no fue derrotada ni siquiera por la muerte, ya que ella sola decidió cuándo dejarse llevar, y por eso seguirá siendo la mujer más valiente y admirable que he conocido.

Gato Garbo