Adiós a Carmen Luz
Arturo Corcuera
Como en los años universitarios, estamos junto a ti, querida Carmen Luz. Sólo que ahora somos menos. A ti también te ha correspondido antecedernos en el último viaje. El tiempo con los años se nos va estrechando a todos. Estarás ahora ya reunida con Javier Heraud, César Calvo, Lucho Hernández, Juan Ojeda, platicando y diciendo versos ajenos y propios donde quiera que estén juntos. Recuerda, amiga, que la muerte elige llevarse antes a los mejores.
Estarás con César que dio a conocer en primicia tus poemas tempranos; con Javier, con quien compartiste honores en el premio siempre joven que enseñoreó tus sienes; con Lucho y Juan, cuya poesía nunca dejaste de disfrutar con esa simpatía y ese afecto sin términos por tus compañeros de generación.
Nos dejas una lección de sencillez, de trabajo en silencio, de lealtad a la amistad y a la poesía, y de coraje frente a la cita con la muerte, esa buscona implacable de ojos vacíos y crueles que no te perdió de vista.
La vida transcurre, Carmen Luz, y a ti te gustaría vernos tranquilos y serenos, sin dejarnos abatir por la tristeza ni el desaliento en estos días duros y difíciles en los que ya no estás. Pero estás. Nosotros te recordaremos iluminada, iluminándonos con tu poesía que continuaremos leyendo, palpitante, rumorosa, como en los mejores días, querida Carmen Luz.
[Nota de los editores: Texto leído en el umbral de La Casona de San Marcos el 1º de octubre de 2002, antes de la partida de Carmen Luz Bejarano a Los Jardines de la Paz.]
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