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Carmen Luz Bejarano

El tiempo como recuerdo visionario 1

Xico Mané 2

 

La destacada poeta Carmen Luz Bejarano acaba de publicar un nuevo poemario: Del amor y otros asuntos (Lima: Lluvia Editores, 1984, 56 pp.); libro que es el fruto de un largo y fértil derrotero por los caminos de la palabra. […] En todo este trajinar poético se advierte un claro paso de la auscultación intimista –década del sesenta– para llegar a una confluencia con la problemática del hombre, sus caminos y sus esperanzas, a través de un recuerdo recurrente que nosotros calificaríamos de visionario –década del setenta.

De esta manera, esta nueva entrega viene a ser una síntesis del trabajo literario anterior. Síntesis en las propuestas y en los temas. Pero síntesis con voz madura y renovada, capaz de crear imágenes sinceras y de fina intuición social. El poemario conlleva, así, un diagrama coherente, en donde el amor y “esos otros asuntos” se conjugan dialécticamente para configurar impresiones suscintas, de hondas sugerencias y metáforas de finos contrastes.

El lenguaje utilizado por Bejarano es depurado, transparente. Fluctúa entre la cláusula corta y el verso largo, descriptivo, en donde se advierten imágenes interiores futuristas que proyectan vivencias y angustias para describir amplios paisajes.

Todo ello envuelto en un tono afirmativo a veces imperativo, dirigido en muchos casos a un interlocutor al que se le conmina a actuar a partir de una decisión que bulle desde la fuerza perentoria del poeta.

El poemario se halla dividido en tres partes notoriamente diferenciadas, pero que sin embargo, se complementan y dialogan. Nada es fruto del azar. Así, la primera parte, que lleva como epígrafe un significativo verso de Quevedo (“bien entiende la llama quien la enciende”), recoge todo un viaje por el amor y por la ondulante experiencia amatoria. Es el encuentro con la partida, el desencanto amoroso, la soledad que se viste de la vastedad infinita de la presencia marina, elemento reiterativo en numerosos versos, v.g.: “Soy como las olas”, “sólo un trozo de mar”, “aquel barco desdibujado”, “bramar violento de todos los océanos”, etc. Pero el recuerdo dolido del amor pasado culmina con la renovación de éste, y los cinco últimos poemas de esta primera sección abren los espacios a una nueva vibración amorosa, a esa llama encendida ya desde el citado epígrafe, con imágenes eróticas que trascienden plenas de esperanza lumínica.

La segunda parte del texto se inicia con otros epígrafe que recoge versos de Aleixandre: “porque si acercáis vuestras manos / podréis sentir la sangre”. Aquí se ingresa, más bien, a una multiplicidad temática, a experiencias pasadas que la autora recrea. La poeta nos presenta nuevamente la idea del recuerdo, de la infancia y su inocencia, para finalizar con tres poemas muy bien logrados; aquél que nos habla de la venta trágica de unos ojos nuevos; el poema Testamento –composición poética que es una trágica confesión del mundo corroído que dejamos a nuestros hijos–, y el último que es una pregunta desgarradora el qué hacer en estas difíciles circunstancias. Ya en este momento el tono de la poeta ha dejado su calidad netamente intimista para volcarse al plano social.

Por último, la tercera parte se engarza a la segunda –en sus tres poemas finales, sobre todo– por la vigencia de la crítica a la situación social actual, por la clara denuncia de sus versos que están encabezados por algunas palabras del Génesis. El primer poema no en vano lleva por título Parábola de ayer. El recuerdo, tema vibrante en las dos primeras partes del libro, se convierte en la parábola de un futuro incierto, por demás robotizado. “Estamos creciendo a golpe / de muerte y de más muerte // sin saberlo”, advierte la autora, no sin cierta desazón. Los poemas que se suceden son una clara crítica al camino de destrucción y aniquilamiento que ha escogido el hombre. Es un llamado a la defensa de la vida. Un volver a los recuerdos, a las primeras partes del poemario, al amor. Es una invitación a que el lector regrese a los comienzos del texto, a ese cosmos interior, pero con una actitud de sólido compromiso con la realidad.

Esta sección del poemario eleva sus imágenes a planos siderales, y nos presenta un poema destacado —Triunfo de Ícaro– que es, en sí, el triunfo del proyecto ambicioso y caótico del ser humano. Finaliza el libro con un saludo –que insinúa un tono irónico– al nuevo ser que ha erigido el mismo hombre: el robot, que al parecer gobernará el mundo, pero no la poesía. Se desliza en los versos la esperanza de que un nuevo ser espacial retome los caminos de la justicia y de la paz.

Este nuevo aporte de Carmen Luz Bejarano, que confirma su calidad literaria y creadora, nos presenta la interiorización de la poeta en tres tiempos: un tiempo a nivel del recuerdo, que se plasma en una travesía al mundo interior; el tiempo ya no como recuerdo, sino como constatación y perspectiva en actitud visionaria frente al futuro; y el tiempo sideral cósmico pero que en síntesis dialéctica retorna al tiempo primigenio, aquél que es gobernado por las pulsaciones de la poesía, con su tiempo interior e intenso.

 

1 Artículo publicado en el diario La Crónica, en la sección Crónica Cultural, Lima, domingo 14 de octubre de 1984.

2 Es el seudónimo de Francisco Pantigoso.