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Carmen Luz Bejarano

Análisis estilístico del poema “Marín Marinero” de Carmen Luz Bejarano 1

Milagros Munive

Introducción

Antes de iniciar esta exposición deseo compartir con ustedes el entusiasmo que generó en mí el presente coloquio sobre literatura infantil y juvenil “Francisco Izquierdo Ríos”, y es que el mundo propio que identifica a los niños y jóvenes muchas veces ha sido provisto de exclusiones y olvidos, del cual no deseo formar parte. Sin tener en cuenta la mezcla de voces con diferentes matices y acentos que, a pesar de su multiplicidad, mantiene un rasgo común que la diferencia de las otras literaturas, la literatura infantil ha sido exiliada al mundo de hadas y dragones, al sueño profundo del olvido sin asidero en nuestra realidad. Esta curiosa amnesia literaria quizás sea uno de los motivos por los cuales la literatura infantil no logra insertarse definitivamente en la corriente cultural, y oscila entre las intenciones didácticas, pedagógicas y moralistas, un inestable mercado editorial y una incipiente legitimación en los círculos académicos, intelectuales y culturales.

En una postura de respeto ante el niño como destinatario de los mensajes artísticos, los creadores asumen una posición de meros artífices del lenguaje sin escatimar esfuerzos artísticos de una literatura que no mira condescendientemente a sus lectores, sino que los reta o comparte con ellos, de tú a tú, aspiraciones y preocupaciones.

El reto de los autores de la literatura infantil y juvenil es hacer literatura capaz de seducir a cualquier lector, incluso a los niños. Hoy por hoy, la literatura infantil peruana es un espacio joven, en el que aún hay mucho por hacer siendo el propósito esencial sensibilizar a los pequeños lectores con la belleza, cultivar su inteligencia y creatividad para así revelar en todas sus posibilidades los rejuegos sonoros de la lengua.

En buena medida, lo que leamos cuando pequeños incidirá sobre la calidad de nuestras lecturas posteriores. Por lo tanto, es nuestro deber mantener viva la esperanza de que los niños podrán tener en sus manos libros que los transformen en mejores seres humanos. Indiscutiblemente, quien de niño tenga la oportunidad de disfrutar de los poemas infantiles tendrá una sensibilidad más aguzada para enfrentarse, años después, a los textos de Vallejo o Paz.

Para tal efecto, y a manera de homenaje a nuestra poeta Carmen Luz Bejarano, me halaga avocarme al tema que hoy nos reúne para presentarles una poesía signada por la ternura. Y es que para la autora la poesía no es sino un viaje interior a la infancia sumergida. Carmen Luz canta a la inocencia, a lo tierno, a lo nuevo, a lo que se asoma al mundo. El niño es lo blanco y lo azul, lo más sensitivo y maleable, la ilusión y la esperanza. Carmen Luz anhelaba alcanzar la transparencia de los cantos y estribillos, su afán no era otro sino el de obtener la mayor simplicidad.

Análisis Estilístico del poema Marín Marinero

MARÍN MARINERO

Marín Marinero por la mar
en sus gráciles barcos
de papel
o acodado en las hojas
de aquel árbol
que tiene
el anhelo de mar
alejándose va
de la tierra sin fin

y aún al viento modela
para surcos del agua

De arrecifes no sabe
las sirenas le cantan
y la noche
es su amiga
y su brújula cierta
Marín Marinero es
capitán de algún sueño
que la luna le traza
sobre espacios de añil

una flota en sus manos
y una dulce ilusión

Cuando penas le vienen
al pasar de los años
él sonríe mirando
horizontes poblados
de papel o de viento
y
Otra vez por la mar
en sus gráciles barcos
Marín Marinero

alejándose va
de la tierra sin fin

El poema “Marín Marinero” integra el libro Tambor de Luna y posee un aparte dentro del mismo bajo el sugerente título “Para cantar bajo la lluvia”, y es que, si observamos la mayor parte de la producción poética de Carmen Luz, notaremos que muchos versos están compuestos como piezas que esperan ser acompañadas musicalmente. Aunque valga resaltar que la naturaleza también se amalgama a este conjunto sonoro, y para la poeta, nada como el agua, fuente eterna de vida y alegría, para complementar el ritmo sencillo y espontáneo que expresa en sus poemas. De otro lado, el libro se propone como un objeto estético reforzado con ilustraciones que, junto al juego espacial, propician búsquedas y experimentaciones ideoestéticas, donde hay cabida para los temas más profundos y trascendentes y también para los divertimentos más regocijantes.

Si bien algunos poemas que forman parte de Tambor de Luna tienen semejanzas en cuanto a su estructura espacial y temática, además de expresar intención didáctica y doctrinaria –así tenemos los poemas a manera de aforismos, máximas o sentencias: Sé humilde, Sé valiente, Sé cauto, No temas, entre otros–, los restantes se entrelazan y a la vez divergen de ellos con poemas sencillos, donde los elementos de la naturaleza juegan un papel esencial exponiendo con mayor acierto una fina sensibilidad e inocencia propio del mundo representado en el universo juvenil. La sutil espontaneidad que posee la poeta para reelaborar imágenes llenas de ternura nos confirma su esmerado trabajo lírico formando de esta manera composiciones diáfanas, donde se juega de manera admirable con la sonoridad de las palabras.

Cito algunos versos de “La Garza” y “Las Estaciones”:

LA GARZA

Nube desprendida
se posa
apenas
en el arco de la tierra
parece que soñara
y acaso con el mar
tan blanca
tan inmóvil
tan distante

[...]

LAS ESTACIONES

Cuatro fugaces
y
obstinadas
a renacer enseñan
cada una
ser y prodigio
en un jugar continuo
hermosean la tierra

Pero hay también en ellos historias que se desarrollan donde hay cabida tanto para una alegría y una curiosidad enormes, como para una delicada tristeza y soledad. Tal es el caso del hermoso poema “El Colibrí”:

EL COLIBRÍ

Explora
bebe el néctar
y
se va
Volverá
quizás mañana
pero nunca
a flor igual
él
se lleva los aromas
ella
soñando vuelos
se queda

Tras estos poemas tiernos y dulces, el poemario concluye con “Marín Marinero”, de mayor extensión que los anteriormente expuestos pero en el que convergen los temas recurrentes en toda la obra poética de Carmen Luz. Así el tema de la naturaleza, de la maternidad y de la infancia aunados sutilmente al sentimiento de soledad y al desconcertante destino del hombre, encuentran armonioso asidero en el poema en mención y que, a mi parecer, podemos designar dentro del universo infantil y juvenil, sin obviar a los otros lectores.

“Marín Marinero” es un juego de palabras que deviene en el ludismo propio del lenguaje infantil (léase trabalenguas, rondas, cantos y estribillos propios del orbe de la niñez), pero que a la vez se relaciona al uso que también hace la poeta para sí. En el discurso lírico que hoy me interesa resaltar, me detendré en un primer momento en los elementos de carácter formal como la aliteración y la configuración gráfica.

La aliteración o repetición de fonemas evidenciada de manera especial al principio de cada una de estas palabras: Marín Marinero Mar tendrá en nuestra lectura una justificación proyectada en el texto y que reivindicaría el modo expresivo de los significados que en breve pasaré a exponer.

Desde el título la poeta nos propone un universo donde el juego, en este caso sonoro, es la principal arma para librarnos de la amenaza irracional y automatizante de los inventos científicos.

Al inicio del poema queda definida la primera relación entre el niño y la poeta, ya que ambos juegan con las palabras, juguete para armar o desarmar, para encontrar en ellas la infinita inocencia del lenguaje. La redundancia fónica será complementada por una redundancia semántica. De este modo la insistencia iterativa de las sílabas situadas al inicio de las palabras donde se subraya la presencia del mar, nos permite establecer una conexión semántica más amplia.

Al parecer, de lo que se trata es de plasmar melódicamente una determinada visión del mundo reflejada en los sentidos centrales del texto. El poder sonoro de estas tres palabras recrea una estructura rítmica particular y, desde luego, podemos reenviar esa estructura al significado proyectado en todo el poema.

Detallemos: Todo parece converger en el juego de palabras. “Marín Marinero por la mar / en sus gráciles barcos / de papel / o acodado en las hojas / de aquel árbol / que tiene / el anhelo de mar / alejándose va / de la tierra sin fin”.

Nos acercamos a Marín, niño-poeta que ejerce el poder de desorganizar códigos, donde la relación amigable frente al lenguaje margina al saber. No estamos en el orden de las certezas, sino en el de la intercambiabilidad, el barco de papel se asume como un objeto flotante, que descarta lo estático y fijo por la pura circulación. El lenguaje visto así desestima lo cierto y ya instaurado por el fluir constante de una eterna búsqueda, el espacio que se configura es el de la ausencia donde ya nada puede asirse sino por la estela rítmica e incierta de las palabras.

En los siguientes versos, la polisemia, que siempre deja puertas abiertas para múltiples lecturas e interpretaciones, nos ofrece un abanico de relaciones plenas de significación.

Escojo un camino, el de la ondulante caída de una hoja en el que se unen semas que convergen en un punto específico, el de la ambigüedad, característica esencial del lenguaje literario y en el que asistimos a la complejidad intencional del mundo plasmado por la poeta. Es justamente esta sedimentación de sentidos que concentran las palabras la que nos conlleva a pensar en una individualidad creadora. Esto significa que, a pesar de la supuesta sencillez del poema, la lectura que hagamos de él no puede vincularse estrechamente a un significado único, sino que se insinúan otro u otros sentidos. Así tenemos:

– papel – perenne, estático, cultural

Hoja—|

– árbol – transitorio, dinámico, natural

Así el primer significado apunta a un elemento cultural, relacionado con una realidad concreta y material, el del soporte físico para la creación poética, escenario donde la creadora configura su juego de palabras y recrea su universo. Pero también se introduce el elemento natural, con la idea de árbol y éste a su vez converge en un viaje hacia el origen: el papel hacia el árbol y la poeta hacia su niñez y como recostándome en el regazo del poema vuelvo a citar : “que tiene / el anhelo de mar / alejándose va / de la tierra sin fin [...]”

Esta coexistencia de significados nos conducen al eterno retorno que añora la poeta pero también el niño y que tiene como puerta de ingreso el espacio de la naturaleza, es la imagen del árbol y la del mar, los que a su vez se vinculan con los dos personajes líricos antes citados: intentando un orden en este universo correspondería al ego lírico el elemento hoja como espacio vacío y blanco como un eco, infancia de las cosas o ausencia de las cosas, donde la creadora dota a la palabra de forma y color. El retorno al origen mismo de las cosas no es sino una vuelta a la memoria de la infancia. A esa memoria repleta de nudos donde la música personal encadena las palabras. Y en ese desdoblamiento el niño se presume también como un inextinguible buscador o, por qué no decirlo –buceador– en el misterio del agua, alejándose de las orillas, del centro pero también de la realidad. El mar entonces se presenta como una fuente inagotable que vivifica el ansia de las palabras, que las musicaliza en la libertad de ser voz cimbreante y ondulante traídas desde el fondo para ser cantadas. Niño que sueña con ser marinero pero en un barco que tiene como asidero la esencia vital de la cosas y nada más vital que la plena inocencia del vientre materno, voz que emerge desde el fondo, donde la lengua ya no es lengua sino sombra de un eco no nacido. Entonces, se establece este espacio en el deseo de mostrarse y esconderse, de permanecer y de huir. Sentimiento que lo acerca a lo innato, al principio mismo y es que las palabras de la infancia son sensaciones sin nombre, vacíos para ser llenados. El hálito que trasunta el poema es el de la orfandad. En este juego del ocultamiento existe el peligro de hundirse, de desaparecer en el silencio, pero existe también la posibilidad de hallar la belleza del original.

En los versos “y aún al viento modela /para surcos del agua” podemos seguir la secuencia del personaje poeta . Apreciamos un cambio de postura, en el que el ego lírico asume el rol de agente sobre la naturaleza. El poder de hacer, de actuar evidencia una capacidad trascendental de hacedor o manipulador de los elementos de la naturaleza. Al parecer, se trata de un orden que se intenta instaurar, mediante esta postulación podemos establecer una configuración bipolar. Así tenemos, que la cultura partiría del eje del saber, saber que se instala en la actividad del poeta, que modela al mundo para reasumirlo en su propio universo artístico. El papel, espacio en blanco de la inocencia, está listo para ser llenado. De otro lado, está el niño que juega y forma parte de la naturaleza, que se aleja de la realidad para reintegrarse a sí mismo, que espera ser reabsorbido para potenciar la actividad lúdica y onírica del lenguaje.

Avanzamos con el poema y leo: “De arrecifes no sabe / las sirenas le cantan / y la noche / es su amiga / y su brújula cierta / Marín Marinero es / capitán de algún sueño / que la luna le traza / sobre espacios de añil”.

La poesía es un juego y una tarea y hay en esta composición un rasgo esencial: el de la simultaneidad, es decir, la presencia de varias voces que se fragmentan, donde lo no fijo ni acabado imprimen su carácter disonante. En esta estructura dialogística la figura de la poeta va desapareciendo, como diría Mignolo, tiende a evaporarse.

El poema realza su oposición a la tarea de nombrar. El poema comunica sugerencias y evocaciones. La sugerencia revela el misterio de las cosas cotidianas, transforma los objetos al crearlos de nuevo como si no existieran. Al igual que el niño el/la poeta se aleja del saber y la razón, la certeza es desplazada por el caos de la ausencia (eterno fluir) . Esta enunciación presume un estado de intranquilidad e inseguridad que genera la sensación de huida, de no sentirse en casa. Creemos que aquí está la clave del poema, en la soledad, en el sentimiento de orfandad que inunda a ambos seres, y en el desconcertante destino que embarga a los personajes.

Si volvemos a dar una mirada integral al poema, podemos observar que el pequeño estribillo que se repite “alejándose va de la tierra sin fin” funciona como un viaje circular donde niño, poeta, tal vez anciano, se fusionan en una sola voz. El juego es el de la eterna búsqueda, de hallar el hilo de la madeja. No obstante, los personajes juegan a intercambiar roles, a perderse en el “espacio añil”. Las palabras se integran, se entrecruzan, se repiten; pero también cambian. Lo único cierto es que no hay certezas, ni órdenes, ni jerarquías. La forma no sólo es soporte y envoltura sino complemento que permite la polisemia que converge en semas comunes: vida, naturaleza, música, dinamismo, y diferenciadores: soledad, cultura, escritura, permanencia.

La madurez verbal que Carmen Luz Bejarano alcanzó nos hace pensar que sus libros son puertas abiertas para múltiples interpretaciones, por lo que creemos con total certeza que su obra infantil merece mayor atención que la que hasta hoy ha recibido. Si bien este trabajo sólo desató una hebra del ovillo, esperamos que sigan proponiéndose más lectores ávidos por desanudar esta poesía modelada con elegante sencillez.

BIBLIOGRAFÍA

Bejarano, Carmen Luz 2000. Existencia en Poesía. Lima: Carpe Diem Editora.

Forgues, Roland y Martos, Marco 1989. La escritura, un acto de amor. Grenoble: Ediciones det Tignahus.

Minardi, Giovanna 1995. “¿Qué escriben últimamente las mujeres en el Perú?” . Alba de América (Lima), julio de 1995, pp. 355–365.


1 Este artículo está basado en la ponencia de la autora en el Coloquio sobre Literatura Infantil y Juvenil “Francisco Izquierdo Ríos”, que se celebró en abril de 2003