Ritmo y emoción de un Poema
-
Abril y Lejanía de Carmen Luz Bejarano 1
Luis Hernán Ramírez 2
Soy espejo
donde quedó
tu sombra.
Abril
vibrando
entre
mis manos.
Tarde
que pasas
estremeciendo
las luces
de mi tarde:
vuélveme
diciembre
la mañana.
Devuélveme
el instante
en que no hubo
más palabras
que el silencio,
aquél
en que abril
fue lejanía
y más abril
que ahora.
Hay en este breve poema –nueva sensibilidad de la poesía peruana actual– un placer estético resultante de la seguridad de la marcha del ritmo, del verso y del pensamiento, asentado en la perfecta trabazón dinámica y discursiva de sus miembros interiores. Nos explicamos lo dicho distinguiendo cuatro macrosegmentos que corresponden a otras tantas unidades del decurso del poema. Macrosegmentos delimitados por pausas lógicas que señalan con perfección lograda, dónde acaban y empiezan las unidades sintácticas del texto. (Ver más adelante nuestro esquema del poema.)
A partir de esta provisional mise en relief de la sintaxis, llevaremos adelante, con fines interpretativos, el siguiente análisis: la prótasis y la apódosis de cada unidad mayor, separadas entre sí, por pausas expresivas, nos permiten transitar sobre ocho unidades melódicas bien demarcadas. Como esas pausas expresivas nos exigen tonemas de antidecadencia, en tanto que las pausas lógicas precisan tonemas de cadencia, resulta que, en la lectura del texto, la combinación sucesiva de la rama continuativa de la prótasis y la rama conclusiva de la apódosis está como marcando el compás de la musicalidad del poema, cuya melodía sube y baja rítmicamente con el crescendo y decrescendo de las tensiones y distensiones de la entonación.
Por otra parte, una acertada combinación de proclisis y enclisis subordina las partículas sinsemáticas al acento de intensidad de una palabra ortónica logrando hacer de cada verso un auténtico grupo rítmico semántico, y de todo el poema, una equilibrada marcha de estas pequeñas unidades fónicas que alternan en la frase, semianticadencias y semicadencias, obedeciendo a condiciones internas del propio texto que podemos representar en el siguiente esquema:
1. Semianticadencia / 2. Semicadencia / 3. Anticadencia // 2. Semicadencia / 1. Semianticadencia / 4. Cadencia.
Esto es: 1/2/3//2/1/4 ejem.
Soy espejo 1 / donde quedó 2 / tu sombra. 3 // Abril 2 / vibrando 1 / entre – mis manos 4 /.
Resumiendo, la estructura melódico sintáctica del poema será la siguiente:
I. A. Prótasis: rama continuativa y tensa. Soy espejo – (1. Semianticadencia). PAUSA EXPRESIVA. B. Apódosis: rama conclusiva y distensa. Abril – (2. Semicadencia) vibrando – entre – mis manos // (4. Cadencia). PAUSA LÓGICA.
II. A. Tarde – (1) que pasas – estremeciendo – las luces – de mi tarde / (3). PAUSA EXPRESIVA. B. vuélveme – (2) diciembre – la mañana // (4). PAUSA LÓGICA.
III. A. Devuélveme – (1) el instante – en que no hubo / (3). PAUSA EXPRESIVA. B. más palabra – (2) que el silencio // (4). PAUSA LÓGICA.
IV. A. Aquél – (1) en que abril – fue lejanía / (3). PAUSA EXPRESIVA. B. y más abril – (2) que ahora // (4). PAUSA FINAL.
El sentimiento de esta estructura rítmico-sintáctica nos lleva a presentir durante el desarrollo de A la existencia de B que lo completa. En cada período o macrosegmento del poema, la rama B supone solución y el acabamiento de lo planteado en la rama A. Ejm.
A. Tarde que pasas estremeciendo las luces de mi tarde/ B. vuélveme diciembre la mañana.
La prótasis se conduce, aquí, como un planteamiento de algo que sólo en la apódosis se resuelve. Es que la composición poética de Carmen Luz tiene también un ritmo de pensamiento provocado por la perfecta articulación del contenido de las unidades rítmico-semánticas que nos permiten sentir este poema como una figura dinámica organizada en la múltiple sucesión de elementos perceptibles, espejo, sombra, manos, luces, palabra, silencio. Esta disposición dinámica de los contenidos de pensamiento se traduce en una adecuada ordenación de los miembros melódicos del poema que permite al lector (o al oyente) seguir fácilmente el sentido que se enhebra a lo largo de los versos. Este oficio enhebrador de la melodía es el mejor hallazgo del estilo de Abril y lejanía.
La distensión de la apódosis recoge y da sentido cabal a la tensión de la prótasis; ejm.
Devuélveme el instante en que no hubo / (B.) más palabra que el silencio.
El lector menos avisado encontrará que A es la espera de B. Presentimos la existencia de B en virtud de la desazón que nos produce el sentido no completo de A (devuélveme el instante en que no hubo) y sentimos A, en el complejo de la arquitectura poética, porque presentimos B.
Algo más, el ritmo de este poema no es sólo estructura, tiene, si consideramos la organización del pensamiento idiomático, naturaleza emocional. Es desgarrón afectivo y desesperante. Es desahogo de emociones y súplica doliente. Es experiencia afectiva y alienta un innegable sabor elegíaco que está patente en varios elementos idiomáticos. Veámoslo. Los pretéritos, quedó, no hubo, fue, nos hablan, por sí solos, de algo remoto y lejano, sobre todo fue, reforzado con la palabra lejanía, tan grata a los poetas elegíacos de todos los tiempos y escuelas. Un uso apropiado para este efecto elegíaco es el verbo pasar que, ayudado por el aspecto imperfectivo del presente, está como diciéndonos (en tal sentido hiere nuestra imaginación) que algo pierde, que algo se queda atrás. El demostrativo aquél constituyendo, él solo, un verso y un grupo intensivo relevante, destaca notablemente su función deíctica y anafórica, y nos transporta al reino de lo ausente recordable, acentuando la capacidad elegíaca del poema. Viene ahora lo más sentido y desgarrador del poema: los imperativos, que resuenan en nuestros oídos como una súplica desesperante, vuélveme y devuélveme, que con las formas pronominales enclíticas, afectivas de por sí, constituyen el grito elegíaco más rotundo y emotivo del poema. En el segundo grupo melódico hay otra cosa –siempre en el terreno de la elegía– una palabra que no pudo ser mejor seleccionada ni mejor usada, el gerundio vibrando, de naturaleza dinámica y durativa que hiere la sensibilidad del lector como el “efecto” de una experiencia pasada: abril, que perdura, precisamente, entre las manos, es decir, en aquello que nos sirve para concretizar las cosas. Por eso, al leer el poema, sentimos, no ya la experiencia de abril sino sus últimas consecuencias, ubicándonos en el campo de la nostalgia poética que remata en los últimos versos:
y más abril
que ahora.
Donde el motivo de su inspiración hecho adjetivo (y adjetivo cuantificado), en mutua dependencia combinatoria con el adverbio ahora, acentúa el sabor nostálgico y emocional del poema.
Observo además, y lo considero como otro hallazgo importante de estilo, una correspondencia no casual entre las unidades rítmico-melódicas y las palabras claves de la nota elegíaca; es el caso que los acentos de intensidad de cada unidad melódica recaen en las palabras que constituyen el índice estilístico de elegía: quedo, vibrando, pasas, vuélveme, devuélveme, hubo, aquel, etc.
Finalmente hallo otro rasgo importante en el poema: es la aliteración de un sonido vibrante. La presencia de muchas “erres” simples, aparte de comunicar vida y sonido al poema, pone de relieve un matiz sicológico y un tono emotivo con que el sentimiento de la autora penetra intensamente en el reino interior del lector, originando ese goce estético que hemos anotado al comienzo, como primer impacto de la lectura del poema inicial del libro primigenio de Carmen Luz Bejarano.
1 Poemario distinguido con Mención Honrosa en el concurso “Poeta Joven del Perú”, organizado por “Cuadernos Trimestrales” de Trujillo en 1960.
2 Nota de los editores. Este artículo fue publicado en ka revista Haraui. Año II, No. 4. Lima, octubre de 1964, p. 1, 11–12
|